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¿Nervios?

Aquí estoy a 14 horas de mi estreno como director y no sé dónde meterme. LLevo todo el día dando vueltas por la casa y picoteando sin parar....

Como dice una frase que he leído por ahí:

No estoy nervioso, son los nervios. (simfonía ininterrumpida)

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Adivina la serie 17

Vuelta de vacaciones y de nuevo llegan los gallifantes listos para ser repartidos.


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En tierra de Conquistadores III

Uff, cuantos días sin escribir nada. Hemos estado de visita por la bella Galicia y la verdad es que ha sido imposible ni siquiera ver un ordenador de lejos. Pero como todo lo bueno se acaba, ya estamos de vuelta preparándonos, si eso es posible, para el regreso a la realidad el próximo lunes.

Pues a lo que iba, que como me enrolle dando escusas no acabo. En la tercera entrega de mi estancia en la tierra de los conquistadores os quiero hablar de lo que se conoce por esos lares (y por otros también) como Rastro.

Cuando me refiero a rastro no estoy hablando de el olor o los residuos característicos que dejan los animales tras de si y por el cuál los cazadores los pueden seguir. No, me estoy refiriendo a lo que en Catalunya llamamos Mercadillo.

En realidad no es que sean demasiado diferentes, lo que los hace especiales para mi es que voy. Realmente no soy un apasionado de los mercadillos y pocas veces suelo visitar el de mi pueblo, pero no se que ocurre que cuando vamos a Extremadura surge una necesidad, casi imperiosa, de apretujarse y sudar metido entre un montón de gente que chafardea sin comprar y unos tenderos que se ganarían la vida como tenores.

Lo cierto es que este año hemos faltado al que se celebra en nuestro pueblo de residencia (Zorita), quizás es que lo tenemos bastante visto, pero cómo no hemos cumplido con el trámite de visitar el de Trujillo y el de Miajadas.

Lo cierto es que todos los años es lo mismo, por lo menos el de Trujillo, que es el que más fresco guardo en la memoria (será por el calor que suele hacer jeje). La composición del rastro es la siguiente: Un 80% de los puestos corresponde a ropa ( de los cuales más o menos la mitad es de casa), Un 15% corresponde a zapatos baratos de vete a saber dónde los traen, un 4% a cacharrería y navajas varias. El 1% restante corresponde al puesto que nunca puede faltar en Trujillo. Sin duda se trata de aquel que vende música que sin duda no oyes en ningún otro lugar y que se te pega sin piedad (tipo jaroteo y canciones alabando la tierra).

Lo mejor del día que peregrinamos al Rastro de Trujillo es acabar comiendo en el restaurante quizás más famoso de la ciudad, "La Troya".

Aunque lo mejor e seguir mi máxima cuando de mercadillos se trata: "Allí dónde griten no me paro" Así que os podéis imaginar lo velozmente que me los pulo.

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En tierra de conquistadores II

He aquí un claro ejemplo de maltrato animal que descubrimos andando por los caminos del pueblo que recorren multitud de cercas.

En esta ocasión se trataba de un par de perros que convivían con una piara de cerdos ibéricos. En sí, el hecho de convivir con otros animales no constituye un maltrato, el problema aparece cuando se ve el estado en que estaban los pobres canes.

Opinad vosotr@s mismos:



Estos perros que aquí podéis ver llevaban varios días, por no decir semanas, sin llevarse gran cosa al vientre. Daba cosa ver con qué hambre se comían alimentos poco típicos de esta especie como el pan duro o los higos.
Los cerdos tampoco es que estuviesen demasiado bien alimentados, ya que corrían y acudían en masa a engullir las frutas y cuscurros de pan que les arrojamos.



Es una lástima que se trate así a unos pobres animales que no han podido elegir el estar confinados en esa cárcel porcuna. No cuesta tanto echarles las sobras de la comida del día. Aún más cuando el "dueño" se negaba a que nadie les echase de comer, ya que sus cerdos se podían atrangantar con los huesos de los restos de comida.

Bien buenos y fieles deben de ser estos dos perros cuando no se han comido a ninguno de los lechones que correteaban por la cerca.

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En tierra de conquistadores I

Ya hemos vuelto de nuestro periplo por las tierras extremeñas. Son de esas vacaciones que no están mal, ya que vamos a gastos pagados jeje, es decir, vamos a casa de mis suegros. Así que descansamos y además no hay casi gastos.

Pero bueno, no era esta la intención de la entrada, si no comentaros ciertos aspectos de nuestra estancia allí.

Empezaré por compartir con vosotr@s una muestra del arte urbano que se practica en el pueblo donde vamos cada verano (Zorita).



La de duros que se tienen que haber gastado en chicles. ¡Viva la imaginación!

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Joé que caló

JOÉ QUE CALÓ!!!

Esto es insoportable, 41 grados a la sombra. Ya sé porqué tiene ese nombre la tierra donde estamos de vacaciones.

La temperatura es extrema y la vida durante el día es dura. A qué es fácil acertar dónde estamos? Si es que estoy de un creativo...

Bueno, pues eso, que hace un calor de no te menees que empiezas a sudar.

Otro día que bajemos al supercíber del pueblo os contaré cosillas de por aquí.

Ahora me voy a sudar otro ratillo de vuelta a casa.

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Eso si que es márketing

Buenísimo el reclamo de esta peluquería para conseguir clientela. Si es que en época de vacas flacas se recurre a todo. Y como dice mi cuñaá, además el tío esta buenorro.


Lo malo será cuando las clientas entren y comprueben que es sólo de papel. Buuuuuuu!