En tierra de Conquistadores III

Uff, cuantos días sin escribir nada. Hemos estado de visita por la bella Galicia y la verdad es que ha sido imposible ni siquiera ver un ordenador de lejos. Pero como todo lo bueno se acaba, ya estamos de vuelta preparándonos, si eso es posible, para el regreso a la realidad el próximo lunes.

Pues a lo que iba, que como me enrolle dando escusas no acabo. En la tercera entrega de mi estancia en la tierra de los conquistadores os quiero hablar de lo que se conoce por esos lares (y por otros también) como Rastro.

Cuando me refiero a rastro no estoy hablando de el olor o los residuos característicos que dejan los animales tras de si y por el cuál los cazadores los pueden seguir. No, me estoy refiriendo a lo que en Catalunya llamamos Mercadillo.

En realidad no es que sean demasiado diferentes, lo que los hace especiales para mi es que voy. Realmente no soy un apasionado de los mercadillos y pocas veces suelo visitar el de mi pueblo, pero no se que ocurre que cuando vamos a Extremadura surge una necesidad, casi imperiosa, de apretujarse y sudar metido entre un montón de gente que chafardea sin comprar y unos tenderos que se ganarían la vida como tenores.

Lo cierto es que este año hemos faltado al que se celebra en nuestro pueblo de residencia (Zorita), quizás es que lo tenemos bastante visto, pero cómo no hemos cumplido con el trámite de visitar el de Trujillo y el de Miajadas.

Lo cierto es que todos los años es lo mismo, por lo menos el de Trujillo, que es el que más fresco guardo en la memoria (será por el calor que suele hacer jeje). La composición del rastro es la siguiente: Un 80% de los puestos corresponde a ropa ( de los cuales más o menos la mitad es de casa), Un 15% corresponde a zapatos baratos de vete a saber dónde los traen, un 4% a cacharrería y navajas varias. El 1% restante corresponde al puesto que nunca puede faltar en Trujillo. Sin duda se trata de aquel que vende música que sin duda no oyes en ningún otro lugar y que se te pega sin piedad (tipo jaroteo y canciones alabando la tierra).

Lo mejor del día que peregrinamos al Rastro de Trujillo es acabar comiendo en el restaurante quizás más famoso de la ciudad, "La Troya".

Aunque lo mejor e seguir mi máxima cuando de mercadillos se trata: "Allí dónde griten no me paro" Así que os podéis imaginar lo velozmente que me los pulo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo le tengo un poco de manía a los rastros. A menos que sea necesario no voy. Y en esos casos solo voy a comprar lo que necesito. No me gusta eso de andar mirando uno por uno todos los sitios a ver si tienen algo interesante.

Un saludo

acoolgirl dijo...

Jajajaa!!! A mi tampoco es que me gusten mucho los mercadillos... pero no se como lo hago que, cada vez que voy a uno... cargo!! Jajaja!!!

Un besitooo

Lucía dijo...

Yo no puedo con los mercadillos y mira que la gente que sabe encuentra verdaderas gangas pero yo me agobio un montón y al cabo de cinco minutos sólo puedo pensar en salir de allí.

Aprovecha el último fin de semana de vacaciones y ánimo para el lunes!!

Conxa dijo...

Yo, al igual que tú, nunca voy al mercadillo, entonces cuando llegan vacaciones, voy, pero voy como turista, a mirar y ver la gente y los vendedores, pero de comprar, nada de nada, entre otras cosas porque me pasa como a Lucia me agobio y no se comprar además.
Pero, eso, es una actividad "turistica" de verano en el pueblo de mi madre.

Por cierto, soy una enamorada de Caceres norte. Voy a mirar por donde queda zorita.

Conxa dijo...

ah!! se me olvidó:

Sr.Dire ya nos contará como es el regreso eh?

Conxa dijo...

Si antes digo que me gusta el norte de caceres.....

vaya,Zorita esta al sur jejejeje

Krambis dijo...

Sii, COnxa, está a unos 20 km de la frontera con Badajoz. EN un próximo post hablaré un poco del pueblo.
Ya ves, mañana a ver qu tal va. Ya os contaré.