El final

La radio está encendida pero no hay nadie para oírla. Acaba de empezar a sonar una triste canción, melancólica, preludio de la desgracia que se cierne sobre la ciudad. La gente ha huído prevenidas por las autoridades. Han corrido a refugiarse allá dónde la necesidad les ha llevado, allá dónde se sienten seguros, dónde creen que su integridad no se verá afectada.

La ciudad está desierta, abandonada. Tan sólo unos despistados y adormecidos animales rondan las antiguamente abarrotadas calles y avenidas. El viento mece las hojas de los árboles que, incapaces de soportar un calor en aumento, se desploman desesperadamente sobre el pavimento.


La música continúa oyéndose a lo lejos, esa música que alguien, en su desesperación olvidó desconectar. Sus acordes acompañan el aullar de ese cálido viento que poco a poco se va cerniendo sobre las vacías calles, que corretea cada vez a más velocidad entre los pocos vehículos que quedan a lado y lado de las avenidas. Los neumáticos se derriten, el alquitrán de las calles se deshace y el poco aire respirable restante huye tras los despavoridos habitantes.

La temperatura del ambiente crece a un ritmo acelerado a medida que los acordes de esa triste canción van avanzando. Presagian el desastre que se aproxima, esa gran nube destructiva que lo arrasará todo a su paso.

El destino ha sido cruel con nosotros. Él y yo. Los dos. No hemos sido capaces de abandonar la ciudad a tiempo. Un tremendo despiste que va a acabar con nuestras vidas de una forma atroz. Ese destino nos ha dejado solos, perdidos, desesperados ante la certeza de una muerte inevitable. Tan caprichoso ha sido que nos ha dado la posibilidad de que uno de los dos decida cuándo va a morir.

Esa canción parece eterna, sigue sonando, como si estuviese grabada una y otra vez en el cd, como si fuese a sonar para la eternidad. La nube de polvo asesino ya está llegando a la ciudad, el calor se hace extremo y nuestra piel arde sobre el cuerpo. El dolor empieza a hacerse notar en nuestros receptores sensoriales. Y esa música no parece cesar....

Tomamos la decisión de jugarnos la última bala del cargador a suertes. Y qué mejor que hacerlo utilizando el viejo juego de la Ruleta Rusa. El destino otra vez más ejercerá de verdugo, nos dará la oportunidad a uno de los dos de terminar con esto antes de que el dolor y las laceraciones se hagan más profundas. Esa última bala atravesará la sien de uno de los dos permitiéndole acabar con el sufrimiento, con esa musiquita que al final se hace más insoportable que el mismo calor.

Me toca empezar a mi. Coloco la bala en el cargador, lo hago rodar y lo cierro. Pido al destino que tenga clemencia conmigo y que me permita ahorrarme el sufrimiento que tan cerca de nosotros está. Con mano temblorosa coloco el cañón sobre mi sudorosa sien y aprieto el gatillo.... ¡Clic! Nada pasa y mis esperanzas se desmoronan. Esa maldita fortuna me la ha vuelto a jugar. Le paso el revólver a mi compañero. Duda. No se atreve, es tan cruel tener que morir para evitar una muerte aún más dolorosa que su mano tarda en situarse en la posición adecuada. Le ayudo y dispara... Un salpicón de sangre mancha mi camisa. Y me desmorono.

La música sigue con su concierto, me duele. Me duele tanto que deseo que llegue ya. De repente dejo de oír la canción. ¿Se habrá acabado el cd? Pero en mi interior sé perfectamente lo que significa el fin de la música. Significa mi fin. Ya veo llegar la gran nube radioactiva que acabará de una vez por todas con mi sufrimiento... Pero, ¿porqué tiene que doler tanto?

8 comentarios:

Yo dijo...

Horrible...

El relato no, ni mucho menos, la historia. Tiene que ser horrible tener que pasar por algo así. :/

Un abrazo.

MATANUSKA dijo...

me ha gustado el relato y con ese realismo que lo han contado.

Krambis voy a enlazarte y así seguiré disfrutando de tu blog y de tus historias.

un saludo

Anónimo dijo...

Ta chulo :)

En ciertos momentos me ha recordado a una canción (aunque en realidad tenga poco que ver) de un grupo que se llama Los Aslandticos.

Te voy a apuntar a mi lista de visitas.

Un abrazo

Conxa dijo...

AY KRAMBIS!! como duele,esa espera, esa música,ese juego, esa desesperación.....

Tremenda exposición. Eres bueno.

Un beso.

Lucía dijo...

A mí me ha emocionado ...

Debe ser terrible esperar un final inminente y ser consciente de él.

Cientificotriste dijo...

Jo, no tengo el cuerpo (y mucho menos la mente) para este tipo de historias. Que triste... Un saludo!
Veo que estoy en la pugna por los gallifantes, espero no perder oportunidades...

acoolgirl dijo...

Wowww... me ha encantado!!! Cuanto realismos... te juro que ya me estaba agobiando y todo!!!

No se por que, pero me ha recordado a "La Guerra de los Mundos" pero la de Orson Wells, eh???

Un besitooo

Krambis dijo...

No sé qué me pasa que cuando me pongo a escribir parezco un poco apocalíptico, todo lo contrario que soy en la realidad, bastante optimista.

Matanuska, Moisés, gracias por el enlace, si no os importa os enlazaré también.

Me agrada que os haya gustado.

Hace siglos que no he visto la peli Cool Girl, pero ahora que lo dices si que le da un aire.